
(Cali, Colombia, 1940). Miembro fundador del Nadaísmo, que formulara en 1958 Gonzalo Arango, estrepitoso movimiento que 60 años después se resiste a colgar la lira. En 1966 publicó El profeta en su casa. En 1980 Mi reino por este mundo (Premio Nacional de Poesía La oveja negra), en 1995 La casa de memoria (Premio Nacional de Poesía Colcultura), en 2000 El cuerpo de ella (Premio Nacional de Poesía del Distrito). En 2008 recibió en Caracas el Premio Internacional de Poesía «Chino» Valera Mora de la Fundación Rómulo Gallegos por Paños menores, editado en México en 2006 por Alforja. En Zacatecas, México, recibió el Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2015 por la totalidad de su obra. Y en 2018 recibió el Premio Dámaso Alonso de la Academia del Buen Decir de España, también por su vida y obra.
Ha publicado, entre otros, Nada es para siempre (Aguilar, 2002), Culito de rana (Yaugurú, Uruguay, 2010), Antología arbitraria (Caza de Libros, 2013), La muerte de Jotamario (C. de L, 2014), El Excelentísimo Gabo y los burros costeños (C. de L. 2015), Zona de tolerancia (Cátedra Pedagógica, 2014), Mi crucifixión rosada (Colección Letras, 2014). El arte de pedirlo (C. de L. 2016). La novia dijo no (C. P. 2018).
Ha representado a Colombia en certámenes culturales en 25 países, incluidos la India y China. Recibió la Orden del Congreso de Colombia en el grado de Comendador. El Colegio de Santa Librada, donde perdió el bachillerato, se lo concedió honoris causa 20 años después y bautizó con su nombre su Auditorio. La Universidad Santiago de Cali le otorgó el doctorado. Desde hace 25 años es columnista de los diarios El Tiempo y El País.
POEMAS
ANTEPASADOS
Mis antepasados entraron a sangre y fuego en América conquistando y arrasando
Mis antepasados se defendieron con los dientes de esta invasión de bárbaros
Mis antepasados buscaban el oro para cuadrar las arcas de sus monarcas y saciar sus
propias sedes
Mis antepasados ocultaron el oro de sus ritos al sol bajo tierra y bajo las aguas
Mis antepasados nos robaron la tierra
Mis antepasados no pudieron recuperarla
Cómo siento en el alma no haber estado en el cuerpo de mis antepasados
¿De parte de cuál de mis antepasados me pondré contra cuáles?
POEMA DE INVIERNO
Llovió toda mi infancia.
Las mujeres altas de la familia
aleteaban entre los alambres
descolgando la ropa. Y achicando
hacia el patio
el agua que oleaba a los cuartos.
Aparábamos las goteras del techo
colocando platones y bacinillas
que vaciábamos al sifón cuando desbordaban.
Andábamos descalzos remangados los pantalones,
los zapatos de todos amparados en la repisa.
Madre volaba con un plástico hacia la sala
para cubrir la enciclopedia.
Atravesaba los tejados la luz de los rayos.
A la sombra del palo de agua
colocaba mi abuela un cabo de vela
y sus rezos no dejaban que se apagara.
Se iba la luz toda la noche.
Tuve la dicha de un impermeable de hule
que me cosió mi padre
para poder ir a la escuela
sin mojar los cuadernos.
Acababa zapatos con sólo ponérmelos.
Un día salió el sol.
Ya mi padre había muerto.
LA LECTURA EN TINIEBLAS
Mi padre no me dejaba leer la Biblia
ni el Manifiesto Comunista
para que no gastara la poca luz
que podía pagar para la casa.
Me quitaba el bombillo y dormía con él bajo la almohada
remordiéndole la conciencia
pero al pie de la cama de mi cuarto también roncaba la nevera
e instalado a los pies de mi cama con la nevera abierta
leía de la medianoche al canto del gallo
de la crucifixión de San Pedro cabeza abajo,
del intento de lapidación de Pablo en Listra
y de la pasada por la espada de Santiago en los Hechos de los Apóstoles,
de las tribulaciones de Panait Istrati,
las duras prisiones de Nazim Hikmet
y las torturas de Julius Fucik en su reportaje al pie del patíbulo,
hasta que se me helaban los huesos.

Ahora que los gusanos han echado sobre tu cuerpo la primera palada de olvido